31 jul 2011



La introspección está servida. Pero la piel se vuelve reversible, como las noches, y el pánico mira hacia dentro ahora. Estreno epidermis a prueba de tiempo y palabras mientras dejo que el piloto automático haga su trabajo, ojos vidriosos y lengua seca hablan con una voz que no es la mía y suena lejos. Lejos yo de mí me descubro ajena por buscar donde no debería cuando los ojos que hicieron las veces de faro miran ahora hacia otro lado. Y está siempre el monstruo acechando, aquel que te pregunta en qué dirección miraban o desde cuándo lo hacen. Lo encierro con la conciencia para que confabulen y me lleven a la locura poco a poco -uso sus voces para tener algo que ahogar entre el humo y el alcohol-.  Así dirige mi vida una extraña y quedo desvestida frente a la pared desnuda, en horas de hastío nocturnas y mañanas que ya no veo por tal de recordarme lo que fui antes de ser para nadie. Trato de diferenciar la complacencia de la esencia y me pierdo en el miedo a no encontrar(la).  Sigue mi fobia al minutero, pero comprendí que ni las agujas del reloj ni yo misma le rendimos cuentas al control y que es absurdo pensar en entregar tiempo cuando no nos pertenece. Que la cuenta atrás es constante y tiene un fin, que por muy fuerte que amemos nada puede amarse por encima de la vida.
¿Quién demonios somos entre tanta gente?

2 comentarios:

  1. Lo difícil de la individualidad es que cuesta, raspa, es incómoda y nos obliga a pensar, a actuar. Ser uno más entre tanta gente, ser "la gente" es mucho más sencillo.
    Pero Ser a veces parece algo monstruoso ¿verdad?

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  2. dioses del Olimpo... me encanta chica.

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