Me parezco al folio en blanco. Soy la solución a unas necesidades que no me
pertenecen y la necesidad –común- en cualquier espécimen ajeno a mi persona de encontrarme
solución como ser humano -limitado, irrepetible- . Tal vez por esto y sin
embargo nada de lo que digo, llevo, creo, decido, opino, produzco, sopeso,
imagino, realizo, valoro, deseo, pregunto, descarto o asumo se origina en mí y
para mí y las manos que escriben no son mías y sí nuestras, vuestras, suyas cuando
el impulso originario no nace de una cuestión de la que pueda apropiarme y sólo
plasmo a ¿Mi? manera unos pensamientos fabricados en cadena, patrimonio de
todos, expresados de colores y texturas dispares según los estímulos de
distinta procedencia e índole recibidos y adueñados que causan
efecto sobre otras manos. Manos que también son mías, o quizás de nadie. Sí el reflejo de un reflejo repetido hasta el infinito, deformándonos en múltiples
variaciones en función de la velocidad y los ángulos; falsa heterogeneidad
que sólo se sostiene en la superficie. Cómo no convertirme en un espejo en el que todos se ven excepto yo mientras me
encuentre en cualquiera, me construya en el resto, aspire a satisfacer sin ser consciente las demandas del mundo y me componga de partes que no
tengo. Y no haya verdad que aguante en pie tanto como para remontarnos a certezas precedentes o egos hambrientos que desnuden de sus sucesivos disfraces el núcleo de todo esto, si es que existe en alguna parte. La esencia es todavía territorio inexplorado poblado por quimeras y hasta
entonces no soy nadie siéndolo todo.
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