13 feb 2012

Dispara.


Simulacro de juicio final.  
Condenen todo aquello que crean inoportuno, absurdo o de credibilidad dudosa.
No vengan ligeros de ropa ni de culpa. Habrá una guerra fría entre acto y acto,
quedan libres para aprovechar este tiempo
por ejemplo, lavándose las manos
mientras me debato entre congelar el carácter o jugármela con fuego.
Consideren que entre este invierno y cualquier infierno sólo va una letra,
y yo ya no le vendo mi alma a nadie
más que al diablo.
Queda, también,
la custodia de mi vida repartida de la siguiente manera:
Por no fiarme ni de ella, de lunes a jueves mi sombra se sienta en los lugares pertinentes,
mide las palabras,
guarda los modales,
trata correctamente a sus vecinos,
a veces duerme.
El resto de la semana me ocupo de desmedir excesos,
guardar secretos,
tratar con desconocidos y negociar vías rápidas
para huir del sueño.
Tal vez no se me reconozca tras el veredicto
Y los golpes me desfiguren por dentro
Y me vuelva de piedra a cada impacto.
Pero sepan que antes de perpetuarme en el olvido
elegí esta libertad condicionada a un pretérito perfecto
pasándome consciente el menor tiempo posible
ganando la partida a ver quién muere antes
jugando con el futuro a la ruleta rusa.

Pulsa.)

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